1. Justino Fernández y Jorge Alberto Manrique: dos momentos de la crítica de arte en México. Nuria Balcells

Justino Fernández y Jorge Alberto Manrique: dos momentos de la crítica de arte en México

Nuria Balcells

A partir de la década de los cincuenta, que representa un parte aguas en el trabajo artístico, y más propiamente de los sesentas, se da un incremento en el número de pintores, que es, en parte, producto de la generación anterior, pero también de las nuevas condiciones económicas, sociales y culturales, que se traducen en diversos rompimientos que afectaron los límites que se habían impuesto a la sociedad y que llevaron a cambios en las artes, en el uso de materiales, en sus propuestas e interpretación.

Con los hechos anteriores se abren nuevos campos para el quehacer artístico mexicano, los cambios se aceleran y la realidad se transforma. Los caminos se abren y empiezan a sucederse las distintas manifestaciones y con éstas la necesidad y la actualización de la crítica, la teoría y la investigación que diera respuestas a lo que estaba pasando en el terreno de las entonces artes plásticas.

También en la forma de historiar se da una transformación epistemológica, de tal manera que la historia cambia su concepción “totalizadora” por la de una historia objetual, en la que los fines de conocimiento varían, se pone énfasis en aspectos específicos como son: la moda, las mujeres (que posteriormente sería la llamada historia de género), el amor, el erotismo, la caricatura, los anuncios y cada una de las manifestaciones artísticas, que iniciarán su separación sectorial y vectorial y se da la apertura de las microhistorias.

Por lo anterior, esta presentación se basará en la comparación de dos textos, que tratan sobre la crítica de arte: uno de Justino Fernández: El lenguaje de la crítica de arte. Discurso (1) y el otro de Jorge Alberto Manrique: La crítica de arte (el juicio a la torera) . (2)

El de Justino Fernández fue su discurso de ingreso a la academia Mexicana correspondiente a la Española, fue leído el 23 de julio de 1965 y publicado en ese mismo año; el del Mtro. Manrique en 1973 (3), es decir aproximadamente ocho años después . (4)

La comparación de estos textos me parece importante, ya que el objetivo es analizar que las posturas y los criterios que plantean los dos autores en sus escritos sobre la crítica de arte, presentan algunos puntos divergentes y otros, que aunque el lenguaje utilizado es distinto, pueden tener similitudes, aunque hay que aclarar que abordan a la crítica con fines distintos.

Como señalé, los dos autores tienen, en estos escritos, características diferentes que son necesarias de resaltar. Esto es así por diversas razones, entre las que se encuentran el cambio en la mirada con respecto a la obra de arte, que se acentuó mucho más a partir de la década de los sesenta y por las transformaciones de las condiciones sociales, económicas, políticas y culturales que el país tuvo en ese periodo (5) , así como por su visión preanalítica, es decir, su concepción y postura ante el mundo.

Me interesa hacer esta comparación por diversas razones, la primera es que creo que en nuestro país se ha escrito mucha crítica y mucho sobre la crítica, pero no se han hecho suficientes estudios comparativos que nos ayuden a entender la problemática de esta disciplina en México durante la segunda mitad del siglo XX y tampoco sus implicaciones en la generación de la teoría y del pensamiento sobre el arte en México en esa etapa.

Otra de las razones es que Fernández fue pionero en nuestro país en tratar a la crítica desde un punto de vista teórico y hacer un análisis de cómo se encontraba ésta, no sólo durante el siglo XX sino en épocas anteriores.

Ya en su libro: Arte Moderno y Contemporáneo (6) , en el tomo II correspondiente al siglo XX, había iniciado un relato sobre el estado en que se encontraba la crítica de arte en nuestro país durante esa primera mitad del siglo pasado.

En el libro citado, Justino Fernández hace un apartado especial: “La Crítica de Arte”, que subdivide en seis incisos: a) Crítica e historia del arte; b) Artistas críticos; c) Letras y crítica; d) Críticos extranjeros; e) Revistas y periódicos y, f) corrientes de la crítica. De hecho, en este último punto resume, de acuerdo a los apartados anteriores, cuáles han sido, a su juicio, las diversas corrientes de la crítica que se derivaron de los “actores” que escribieron sobre el tema.

Otra razón más de esta intervención, se debe a que Justino Fernández fue un defensor a ultranza del muralismo mexicano, del para él “arte impuro” (7), en contraposición con el planteamiento de los nuevos pintores, la del arte por el arte o del “arte puro”, en tanto que, Manrique lo fue de la nueva pintura, de los de la contracorriente y de los llamados rupturistas.

Fernández plantea en su ensayo El lenguaje de la crítica de arte distintos tipos de relación entre la obra de arte-el crítico-y el artista, en las que incluye las características que, a su juicio, debe tener la obra de arte, el crítico y el artista.

En cuanto al crítico, afirma que éste debe poseer sensibilidad, inteligencia e imaginación aunadas al conocimiento histórico de la cultura actual y pasada.

Con respecto a la obra afirma que ésta debe responder a “una síntesis expresiva de las condiciones del artista” y la compara con las condiciones del crítico planteando una semejanza.

Presenta la relación crítico-artista como resultado de esas condiciones de síntesis expresiva tanto del artista como del crítico, el primero al producir la obra y el segundo al analizarla, en donde artista y crítico, de manera distinta, pero unidos por un común denominador –la síntesis expresiva-, el lenguaje, se encuentran.

El artista al expresarse en una obra crea un “lenguaje”, ya que su intención es comunicar algo; el crítico también ejerce un lenguaje al expresar por escrito su forma de entender la obra.

Apunta que el mayor problema del crítico se da cuando pasa al siguiente estadio del análisis formal, es decir, al de la interpretación y aquí el lenguaje escrito se convierte en el punto central para el crítico.

La crítica de arte para este autor es el testimonio de relaciones humanas: “… es la expresión de cómo un hombre, el crítico, siente, comprende e imagina qué es otro hombre, el artista, partiendo siempre de la obra u obras específicas” (8)

Para Fernández, el crítico establece una relación con el artista mediante la obra de arte, pero no con ésta como una cosa o, simplemente algo que sólo está para ser objeto de un goce estético y de un análisis teórico; afirma que únicamente al establecerse coincidencias “profundas entre el espíritu del crítico y el del artista, puede aquel decir que ha comprendido, en verdad, la obra y a su autor” (9) El crítico debe “descubrir intuitiva e imaginativamente las motivaciones… procedimientos … resultados...” (10) del artista.


Manrique desde el nombre de su texto: La crítica de arte (el juicio a la torera), muy jocosamente, nos está proponiendo que puede ser un “juicio”, que como en el toreo, si éste no es profesional, nos pueda “capotear”, nos entretenga y pueda ser engañoso.

Este autor, en su escrito, aclara desde el inicio de su texto que no se propone hacer un “recetario sobre cómo hacer crítica”, le interesa “proponer algunos problemas” sobre lo que para él es la crítica, su proceder y su función. Después de exponer algunas características sobre la condición y lugar que ocupa el crítico en la cultura inicia su análisis sobre la crítica.

Para este autor lo peligroso de la función de la crítica, radica en dos aspectos de la producción artística: “las cualidades de la obra… y el mercado artístico” que para él se repelen conceptualmente, ya que la crítica ha servido para descubrir o valorar, y agregaría nombrar, “artistas o grupos de artistas o movimientos pictóricos” al tiempo que los críticos también influyen en los precios en el mercado de las obras, por lo que la crítica, además, ejerce una función comercial.

Manrique continúa su ensayo proponiendo una “crítica sobre la crítica” a partir del análisis sobre la definición clásica de la crítica, como el juicio que se emite sobre las obras de arte y la relación que la crítica mantiene con la estética y con la filosofía del arte.

A partir del concepto de la crítica como juicio, propone revisar tres planteamientos teóricos en que la crítica se ha sustentado:
• El que se basa en el ideal de belleza y en la normatividad de la producción artística que determinan la cualidad de la obra y en el que destacan las posturas del academicismo y del neoclasicismo;
• la crítica que se sujeta a los procesos creativos del artista, en donde lo que importa son más esos procesos que la obra
• y, finalmente, la crítica que se basa en el relativismo en tanto que utiliza para su análisis esquemas particulares para cada obra.

Apunta que, los juicios que resultan de los planteamientos anteriores adolecen de una verificación racional.

El autor plantea que si se parte de la idea de que el juicio que se haga sobre una obra no le añade ni le quita nada, ya que ésta mantiene sus cualidades o sus defectos, independientemente de lo que se diga sobre ella, entonces, el papel del crítico como intermediario entre la obra y el espectador no tendría sentido y lo único que lograría sería prejuiciar a éste, pero es contra esta situación sobre la que plantea la crítica de la crítica, ya que una obra de arte no es tal hasta que hay un espectador que la mire, el fenómeno estético se produce precisamente en el momento en que se da la relación obra-espectador, que da como resultado la percepción de la obra, esto es lo fundamental para la apreciación de la “manifestación de lo artístico” (11) por lo que el espectador sí añade a la obra, ya que le da su lugar como obra de arte.

La razón de ser de la crítica es emitir juicios y lo importante de la crítica del pasado es saber qué pasos siguieron los críticos para emitir dichos juicios y no los juicios en sí.

La propuesta de Manrique, en lo que se refiere a la función de la crítica, surge de que es en el fenómeno estético, en la percepción de la obra, donde encontramos el punto central; en tanto que el crítico se aleje lo más posible de su papel de juez y emita su testimonio sobre la obra, con la conciencia de que éste tendrá una validez relativa, pero que coadyuvará a que otros espectadores tengan un mejor conocimiento de la misma.

La crítica adquiere una función autónoma que resulta de la expresión racional y emotiva que ejerce “más allá de las intenciones del creador, la tarea crítica… es indudablemente parte de la obra misma” (12) y lo que es realmente importante es el proceso para llegar a un juicio crítico y no el juicio en sí, ya que toda crítica implica un juicio de valor. En el proceso se debe tener presente el método utilizado para llegar al juicio y “el diálogo intimo”, racional y sensitivo que se experimenta ante una obra de arte.

Las cualidades del crítico que lo hacen un espectador de excelencia son:

tener un conocimiento amplio del arte y su historia y estar enterado de un volumen considerable de otras reflexiones críticas; poseer una cultura suficientemente amplia tal que le permita enriquecer su propia reflexión estableciendo relaciones con otras manifestaciones de la historia y de la cultura… tener una sensibilidad en principio superior a la normal… tener la posibilidad de hacerse a sí mismo consciente de las entretelas de esa su relación personal con la obra, y tener los recursos necesarios para encontrar un lenguaje capaz de manifestar esas entretelas (13)

Por otra parte, para el autor, el crítico debe tener claro el método de análisis que emplea al enfrentarse a la obra y emitir su opinión sobre ella y dejar a un lado la postura que implica emitir juicios de valor absolutos, ya que, para él: “el punto más destacado del ensayo crítico está en el camino que une los dos polos: por un lado el planteamiento teórico, por otro el juicio de validez relativa.” (14)

El ensayo crítico en tanto que contempla juicios parciales influidos por la visión que el crítico tiene y que no puede dejar de lado, es un testimonio legítimo , el crítico debe intentar despojarse de los juicios de valor, de las “posturas de principio” con pretensión de absolutos para que el testimonio pueda tener esa mayor validez relativa.

Para Manrique: “La critica de arte… no podrá aspirar a más validez que la que le viene de ser una reflexión consciente y rica de un espectador de excepción frente a una obra que lo reclama para cumplirse así plenamente” (15)

Como podemos ver, el autor mantiene una visión contraria al pensamiento que da origen a los juicios con carácter de absolutos y llama a un juicio crítico que sea consciente de su relatividad temporal.

Manrique introduce en su discurso la importante relación de la crítica con el mercado del arte.

Manrique y Fernández coinciden en que, hasta ese momento, la crítica profesional era escasa, también en que el crítico es un espectador de excelencia que tiene cualidades importantes, distintas a las de un espectador normal.

También concuerdan en que el crítico debe tener una cultura amplia que le permita comparar las obras de arte del pasado y del presente y emitir un juicio sobre ellas

Manrique habla de la relación primordial y originaria entre el enfrentamiento del crítico con la obra de arte, que dará como resultado la crítica, sin preocuparse mayormente de la relación que pudiera establecerse entre el crítico y el artista para la interpretación de las obras, hecho que para Fernández es fundamental y lo lleva al terreno espiritual.

Manrique introduce un nuevo lenguaje en su texto, es un lenguaje más directo que nos lleva a reflexiones interesantes, como son el no perder de vista la teoría y el método que se utilizarán para emitir el testimonio crítico.

Considero que el ensayo El lenguaje de la crítica de arte versa sobre la relación crítico-obra de arte-artista-lenguaje, en la que se manifiesta una concepción idealista y totalizadora con el objetivo de insertar a la crítica de arte dentro de una función superior en la filosofía de la cultura.

Como podemos ver en este primer acercamiento al citado texto de Fernández, su pensamiento y visión sobre el arte, su historia y su crítica, se encuentra totalmente influido por su momento histórico: el nacionalismo mexicano, surgido de la revolución y por su concepción espiritualista, antimaterialista y antipositivista del mundo, además de su fe religiosa.

El texto de Jorge Alberto Manrique es un análisis y conceptualización sobre lo que es la crítica de arte en sentido “moderno”, la función y la forma en que se ejerce y se encuentra, circunscrita en el momento en que se realiza, sin dejar de lado su manifestación e importancia histórica.

Como conclusión podemos ver que Justino Fernández fue un intelectual muy agudo y sabio, pero cuando escribió el texto analizado, era ya un hombre de sesenta años, al que le tocó vivir, siendo joven, el ambiente cultural posrevolucionario, el nacionalismo y el muralismo de los “tres grandes”, lo que sin duda lo marcó, Fernández vivió su juventud en una “época de cerrazón” (16)

En cambio Jorge Alberto Manrique inicia su juventud, cuando en México se dan las grandes transformaciones económicas y los nuevos movimientos artísticos que estaban en contra del muralismo, por lo que su crítica está influida por los acontecimientos artísticos que se dieron en su momento, Manrique vive en la “época de apertura”. (17)


(1) Justino Fernández, El lenguaje de la crítica de arte Discurso, México, UNAM, 1965. (Discurso de ingreso a la Academia Mexicana correspondiente a la Española, leído el 23 de julio de 1965)
(2) Jorge Alberto Manrique, “La crítica de arte (el juicio a la torera)” (1973), en: Una visión del arte y de la historia, Tomo I, México, D.F., UNAM – IIE, 2000, pp. 63-71.
(3) Jorge Alberto Manrique, Revista de la Universidad de México, vol. XXVII, num. 11 (México, julio de 1973), pp. 38-42
(4) Es importante señalar la diferencia de edades, Justino Fernández nace en 1904 y Jorge Alberto Manrique en 1936, lo que representa un salto generacional y además, nos remite a las diferentes realidades del país, en el que crecieron y vivieron
(5) Recordemos, como lo más cercano, el movimiento estudiantil de 1968, que significó un parte aguas en la historia de México.
(6) Justino Fernández, Arte Moderno y Contemporáneo de México, el arte del siglo XX, Tomo II, México, D.F., UNAM/IIE (1952), 1994.
(7) Justino Fernández acuñó este término que aparece en el libro: Arte Moderno y Contemporáneo, op.cit., el autor se refiere, en contraposición al “arte puro”, que sería el de los no muralistas, sobre todo al de Tamayo, a un “arte impuro” que sería el de los muralistas. “Al ‘arte puro’ que Sequeiros ve justamente como perteneciente al mundo burgués, opone lo que yo llamo ‘arte impuro’, o sea aquel, como la pintura mural, rico en temas histórico-filosóficos: es la gran pintura crítica que México ha traído con nuevo sentido a la historia del siglo XX” pp. 138-139
(8)Justino Fernández, El lenguaje…, op. cit., pp. 17-18.
(9) Íbid., p. 19
(10) Ídem.
(11) Jorge Alberto Manrique, op. cit. P. 67
(12) Jorge Alberto Manrique, op. cit., p. 69
(13) Íbid., p. 70
(14) Íbid., p.71
(15) Ídem.
(16) Para un análisis más amplio ver: Jorge Alberto Manrique, “Ambigüedad histórica del arte mexicano”, en: Jorge Alberto Manrique, Una visión del arte y de la historia, Tomo I, UNAM-IIE, México, D.F., 2000, pp. 85-100.
(17) Ídem.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Felicitaciones a mi maestra Nuria Balcells.