2. Reportear las artes visuales. Merry MacMasters

Antes de empezar, debo decir que nunca me he acercado a las artes visuales como crítica. Siempre lo he hecho como reportera. El texto que sigue resultó a raíz de una especie de conversación con mi persona sobre los vaivenes de mi desempeño diario a lo largo de los años.

Hablar de las manifestaciones artísticas se vuelve una necesidad apremiante en un mundo dominado por grandes intereses económicos que buscan imponer un producto, aunque sea de mínima calidad, en aras de una suculenta ganancia.

Un buen espacio para hablar de las expresiones de los diferentes artistas es el diarismo. La prensa escrita mexicana, por tradición, ha sido especialmente sensible a las artes, de allí la existencia de secciones culturales que combinan las noticias del día con escritos más reflexivos. También están los suplementos culturales.

Sin embargo, no todas las personas especializadas en un tema artístico o cultural, se animan a escribir sobre ello en un periódico, y mucho menos de forma regular. De allí la carencia de críticos en las artes visuales, en lo que respecta a los medios escritos. La carrera de historia del arte se estudia mucho más que antes y sus egresados encuentran trabajo en muchos ámbitos.

El diarismo requiere de textos más bien cortos, dirigidos a un público amplio y no siempre conocedor. Eso constituye todo un reto porque los trabajos académicos, que gozan de tiempos y extensiones más largos, muchas veces se reducen a un sector muy especializado.

También se debe decir que las colaboraciones de este tipo suelen ser mal remuneradas. Además, si no cuentan con un día fijo para la publicación de sus textos, éstos pueden sufrir ante la presencia de informaciones “más urgentes”, de acuerdo con el criterio del responsable de la sección.

Un periódico ofrece a sus lectores los aconteceres diarios nacionales y mundiales, y reflexiona sobre los temas de actualidad. Una sección cultural hace lo mismo, pero en su propio ámbito y desde su particular punto de vista.

¿Quiénes son las personas que laboran en una sección cultural? Siempre se han dado los casos de aspirantes a reportero de información general que ingresan a la sección cultural con la idea de pronto ascender a áreas más “influyentes” del periódico. Al parecer esas secciones no acaban de ser los patitos feos del diarismo.

También están los compañeros que aspiran a ser, o se creen notables escritores y, por tanto, desprecian las notas informativas del reportero. A veces esos compañeros ni siquiera saben dónde van los acentos en las palabras.

Pocos son los compañeros que llegan a una sección cultural con un conocimiento general de las artes y las manifestaciones populares. Sin duda se incorporan con ganas de trabajar muy duro y sobresalir, entonces los conocimientos los tendrán que ir adquiriendo sobre la marcha, si es que tienen paciencia. Luego, para que se puedan formar opiniones propias, pues, allí está todavía otro reto.

En las secciones culturales la información suele manejarse de diferentes maneras. Una, puede ser por instituciones: todo lo que genera, por ejemplo, el Instituto Nacional de Bellas Artes o el Instituto Nacional de Antropología e Historia.

Aunque me parece que lo más común es por fuentes: las tradicionales, literatura, música, danza, teatro, artes visuales (incluye arquitectura y fotografía), pero también arqueología, culturas populares, políticas culturales, historia, por mencionar algunas. El cine suele ser cubierto por la sección de espectáculos.

Siempre ha existido la disyuntiva en el sentido de que si el reportero debe cubrir de todo o especializarse. Claro que debe poder desempeñarse en todas las áreas o fuentes, pero también es lógico que siempre van a imperarse los gustos y las inclinaciones. Además, si uno tiene asignada equis fuente resulta más fácil hacer un mejor trabajo, ya que eso le permite seguir día a día los acontecimientos de su sector, conocer a las personas que trabajan en ello, frecuentarlas, todo en aras de una mejor cobertura.

Las artes visuales es de esas fuentes que, o la aman, o la odian. Es decir, o se pelean por cubrirla, o la aceptan a regañadientes porque no la entienden. La fuente de mayor “prestigio” en una sección cultural es, sin duda, la de literatura porque quien la cubre siente que se le viste. Claro, cualquier sector se vuelve atractivo si se trata de tener contacto con una gran figura.

Está el ejemplo de la danza, que arrastra el título del patito feo de las artes. Pues, toda la fuente cultural se interesó por el ballet cuando a principio de los años 80, del siglo pasado, el bailarín Rudolf Nureyev vino al Festival Internacional Cervantino. Todo mundo lo quería entrevistar y casi nadie lo consiguió.

La situación de las artes visuales es que todos en algún momento acaban cubriéndolas porque es un sector tan amplio, especialmente en un país como México, que abunda en excelentes artistas, tantos que es imposible dar cabida a todos.

Decíamos, entonces, que la dificultad de la cobertura de las artes visuales reside en el desconocimiento por parte de los reporteros. Las herramientas necesarias sólo se adquieren con el tiempo, al estar inmerso en el tema día tras día, año tras año. Es de imaginar que las habilidades reporteriles de cada quien, y su proclividad hacia el tema, le facilitarán la tarea.

Tras hablar con y escuchar a reporteros que cubren las artes visuales, nos hemos dado cuenta que uno de los obstáculos para que pueden realizar mejor su trabajo es la falta de un criterio propio. Una vez una compañera me comentó, “me gustan las artes plásticas, pero no sé si lo que estoy viendo es bueno o no”.

Está, entonces, la disyuntiva de tratar la cobertura de las artes visuales como cualquier nota informativa. Eso se puede, el problema es que los pormenores de una exposición no siempre dan pie a una nota de ocho columnas, como se dice en la jerga periodística. También, lo que se considera noticia en el área cultural, a lo mejor dista mucho de serlo en otra sección del diario.

Dicha situación nos lleva a preguntarnos, ¿a quiénes vamos a hacer caso? Nada más a los artistas con “nombre” porque eso los hace “importantes” ante los ojos de los lectores. Me pregunto, ¿y todos los demás? No me refiero a los pintores domingueros o las amas de casa que buscan ocupar su tiempo de ocio, sino a todas esas personas, algunas con más o menos talento, que quieren sobresalir y vivir de la venta de su obra.

Esto nos lleva a recordar que el trabajo de una sección cultural, sin ser exclusiva de ella, tiene que ver con el registro del acontecer cotidiano que algún día llevará a la elaboración de una historia, aunque la escriba alguien ajeno al reportero. Ese historiador se verá obligado a acudir a las fuentes de primera mano, y qué mejor que los periódicos de la época. Además, no somos videntes. No sabemos quiénes van a trascender.

Hay muchas formas de cubrir una información. Por un lado, se puede ir a una conferencia de prensa convocada para anunciar la exposición en puerta, cuando se trata de un museo o recinto oficial. También puede hacerse caso omiso de la conferencia de prensa y, si el artista aún vive, entrevistarlo, sin la presencia de curadores o funcionarios. Si el artista ha fallecido, se puede hablar con el curador de la exposición o algún familiar. También, una vez abierta la exposición, se puede acudir a verla y hacer un comentario, como reportero o como crítico de arte.

Suele decirse que la obra habla por sí sola. Yo prefiero hablar con su autor, inclusive, si converso con más personas es mejor. Invariablemente se habla de la necesidad de visitar los talleres de los artistas, algo que no siempre se hace, probablemente por falta de tiempo. Sin embargo, la visita al taller echará luces sobre la manera en que cada creador trabaja, es decir, el proceso, algo que no se nota al contemplar el producto final. Y, además, puede resultar difícil de explicar.

El meollo del asunto consiste en ver y leer lo más que se pueda. Ver obras que funcionen y otras que no lograron transmitir lo que proponen. También, no debemos olvidar que el juicio artístico suele ser subjetivo. Hay cosas que nos gustan, otras que no, pero no siempre quiere decir que lo primero sirve y lo segundo, no.

La entrevista es un género periodístico muy útil para recabar información que se puede canalizar en la crítica de arte. Sin embargo, no se trata de llegar nada más con una lista de 10 preguntas y esperar respuestas memorables.

Una buena entrevista debe derivar en un intercambio entre el entrevistado y el entrevistador, de tal manera que ambos salgan complacidos y enaltecidos, uno, por las preguntas que formuló, y el otro, por las respuestas que dio. La entrevista puede partir de preguntas preparadas, pero el reportero tiene que estar atento a algún comentario que, por más leve que sea, pueda conducir a una verdadera revelación.

En otros rubros he comprobado que a falta de libros de consulta, la entrevista es una excelente fuente para recabar información en aras de algún día escribir la historia de la disciplina en cuestión.

Siempre me llamó la atención que el historiador Benjamin H.D. Buchloh y el curador Hans Ulrich Obrist, fieles seguidores de Gabriel Orozco y su obra, utilizaran la entrevista como herramienta de trabajo. En el libro Textos sobre la obra de Gabriel Orozco (Turner/Conaculta, 2005), Obrist habla de una entrevista sui generis que tuvo con el artista, porque a solicitud de éste no fue grabado en casete:

Escribe: “Entre las más de 200 entrevistas que he llevado a cabo, ésta es la primera que no fue grabada, ya sea en cinta de video o de audio y para la cual, en vez de eso, debí transcribir manualmente, al vuelo, las preguntas y respuestas. Decidimos centrarnos en relativamente pocas preguntas y extender la entrevista a lo largo de dos encuentros. En cada ocasión, apunté las respuestas de Orozco en hojas blancas que me prestaron en el café Beaubourg de París, donde transcurrieron nuestras conversaciones. El tuvo que hablar despacio para que yo pudiera escribir las cosas que decía. Esto creó una situación muy interesante, una lentitud que transcurrió mucho más despacio que una conversación.

“Orozco se tomó el tiempo necesario para pensar y formular sus respuestas con precisión. Por supuesto, las entrevistas que no se graban permiten que uno diga muchas cosas fuera del registro, que entonces verdaderamente quedan excluidas. Pero más importante, quizá, es el hecho de que no hay ningún registro objetivo y con autoridad al que uno pueda acudir, no hay una cinta magnética que guarde la ‘verdadera’ y ‘fiable’ combinación de las palabras de Gabriel Orozco en algún momento dado de nuestra conversación…”

Aunque vivimos en un mundo en el cual nos imponen productos, tanto humanos como materiales, a veces de muy dudoso valor, creo que muchos quieren y preferirían saber de sus creadores, ya sean artistas visuales o de otras disciplinas artísticas.

Por eso pido a mis compañeros reporteros y críticos de arte que sigan adelante, firmes en su trabajo, y no sean presa del desánimo ante ninguna circunstancia.

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