4. Comentarios a la mesa. Argelia Castillo

Quiero plantear una breve reflexión sobre la participación de Nuria Balcells, Carlos Blas Galindo, Gloria Hernández y Tomás Ejea en esta primera mesa de las Jornadas de Crítica de Arte 2007, organizadas por la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA), sección México, y dedicadas al eminente crítico de arte mexicano Jorge Alberto Manrique.

El contenido de las cuatro ponencias que acabamos de escuchar versa sobre aspectos diversos y medulares de la crítica de arte, esto es, su ejercicio propiamente dicho, su metodología, su enseñanza y las condiciones de su práctica en el marco de las políticas culturales imperantes en nuestro país.

Consideradas en su conjunto, el interés de tales formulaciones se relaciona con el estado de la crítica de arte, actividad que enfrenta hoy día retos inéditos, derivados ante todo de los profundos cambios experimentados por la plástica durante las dos últimas décadas.

Ante la actual inexistencia de vanguardias, de jerarquías estilísticas o lingüísticas, de un sentido de desarrollo lineal, y de grandes figuras como Picasso o Duchamp que tan honda influencia ejercieron en el panorama artístico de la centuria pasada, asistimos en este decenio inaugural del siglo XXI a una plétora de discursos visuales disímbolos y abismados con frecuencia en la presentación, antes que en la representación, y en el proceso, más que en la obra.

Frente a ello, la crítica de arte ha transitado desde las certezas de la modernidad hasta las incertidumbres de la posmodernidad, desde la defensa de cualesquiera cánones hasta la adopción de la postura “artísticamente correcta” del “todo vale”. ¿Y es que a la emergencia del post-artista, argumentada por Donald Kuspit, no correspondería acaso el surgimiento de una post-crítica de arte?

En este contexto de ajustes y reacomodos de los postulado mismos de la crítica de arte, resulta de gran pertinencia el análisis realizado por Nuria Balcells en la ponencia “Justino Fernández y Jorge Alberto Manrique: dos momentos de la crítica de arte en México”.

Señalando la ausencia de estudios comparativos de textos críticos y mostrando las virtudes de éstos para el establecimiento de parámetros teóricos en la materia, Balcells da cuenta de las similitudes y las diferencias entre dos ejemplos sobresalientes y enriquecedores de ensayos críticos de arte en nuestro país.

En el caso del texto de Fernández, subraya la concepción totalizadora y hasta supraepocal en que inserta su visión del muralismo, mientras que con respecto al de Manrique alude al referente firmemente arraigado en la historicidad en que inscribe sus criterios acerca del movimiento rupturista.

En cambio, apunta la afinidad de ambos autores en tanto que espectadores de excelencia y productores de juicios críticos, si bien de valor absoluto en el primero y de valor relativo en el segundo.
Este último aspecto es el que me parece de enorme importancia, ya que Justino Fernández y Jorge Alberto Manrique apuestan en favor de ese quehacer específico que da nombre a la disciplina, a saber, un pensamiento en esencia crítico sobre el objeto artístico, del cual tanto se adolece en la actualidad si se consideran los numerosos escritos que a menudo resultan igual de permisivos e indulgentes que el arte del cual se ocupan.
Asimismo, Fernández y Manrique dan forma a textos de innegable calidad literaria que están más allá del falso dilema hoy día prevaleciente entre poética y racionalidad, subjetividad y objetividad, y que se conciben como práctica comprometida y apasionada en busca de lo extraordinario entre lo ordinario.

Por su parte, Carlos Blas Galindo propone un método de enseñanza para la crítica de arte y, con ello, aborda una de las problemáticas cruciales de la disciplina.

No obstante que en el momento presente parece haber un consenso en cuanto a que la función principal de la crítica de arte es la pedagógica o la enseñanza al público espectador de los sentidos, los significados y los alcances de las obras de arte, la paradoja reside en el hecho de que quienes desempeñan esta tarea educativa no fueron educados curricularmente como críticos de arte.

Fuera de ser incluida en contadas ocasiones como una suerte de curso-taller o de asignatura optativa en algunos planes de estudio de disciplinas afines, no existe como tal la carrera de crítica de arte y los que se dedican a ella provienen de distintas formaciones, teniendo sólo en común la carencia de una trayectoria académica común, lo cual se traduce en una falta de criterios compartidos de apreciación y evaluación.

De ahí la relevancia de la metodología planteada por Galindo, la cual se centra en la valoración de los elementos estéticos (fuerza expresiva, elocuencia, etc.), temáticos (tratamiento del contenido, enfoque, eficacia comunicativa, etc.) y artísticos (madurez, originalidad, taxonomía, etc.) que componen la obra visual, así como su trascendencia cultural y el que propicie o no un desarrollo del arte.

Con todo, y sin obviar las indiscutibles bondades de dicho método, cabría preguntarse: ¿cómo se desarrolla al interior de éste el indispensable entrenamiento del ojo y de la pluma?, ¿cómo se concilian intuición y cognición, sensibilidad y pensamiento visual?, y ¿la aplicación de cualquier metodología de enseñanza de la crítica de arte no conllevaría una pérdida de la holgada libertad de la cual han gozado los practicantes de esta disciplina y que corresponde a la libertad ilimitada misma de su objeto de estudio?

Ahora bien, atendiendo precisamente a la naturaleza del objeto de estudio, esto es, el arte contemporáneo bajo el signo de la transfronterización, Gloria Hernández apela al ejercicio de la transdisciplinariedad de la crítica de arte, actividad donde confluyen teoría, crítica y enseñanza.

En consonancia con el carácter plural y textual de los objetos artísticos del presente, cuya aproximación exige el recurso a un arsenal de herramientas extra-artísticas (aquéllas provenientes de la sociología, la antropología, la etnología, los estudios culturales, etc.), Hernández borda fino en el cruce de especialidades, y en las vías de la traducción, la movilidad y el tránsito en la generación de los conocimientos vinculados a un pensamiento a la vez reflexivo, analítico e interpretativo.

A este respecto, el quid de la cuestión radicaría, desde mi punto de vista, en cómo integrar, sin que se diluyan, los aspectos internos o formales de la obra de arte en la hermenéutica transdisciplinaria, y cómo evitar caer en un eclecticismo teórico que, por otra parte, no sería sino la contrapartida de muchas hibridaciones plásticas.

Por último, con la ponencia intitulada “Crítica de las políticas culturales en México”, Tomás Ejea nos recuerda la influencia ejercida por las instancias gubernamentales, a través de la lógica de la concesión o la negación de subsidios y oportunidades de exhibición, sobre los discursos a propósito de los cuales cavila la crítica de arte.

Tras una reseña puntual de las transformaciones experimentadas por las políticas culturales adoptadas en nuestro país desde tiempos de Vasconcelos y hasta la fecha, Ejea concluye que el FONCA sí funciona en términos de los estímulos asignados por convocatoria a los creadores de arte y proporciona un dato sorpresivo, a saber, que la disciplina más apoyada es la de las artes visuales.

La información proporcionada por el sociólogo debería provocar una seria indagación de los críticos de arte, quienes desempeñan en apariencia un papel pasivo en este asunto: ¿cuáles son los beneficios más o menos concretos en materia de creación de tales estímulos?, ¿hay un seguimiento crítico de la producción de los artistas apoyados?, ¿cuáles son sus aportaciones y limitaciones?, y ¿qué sucede con la obra de los artistas que no reciben ni los auspicios, ni los reconocimientos, ni la visibilidad en los espacios expositivos?

En resumen, las cuatro ponencias aquí presentadas invitan al diálogo y a la discusión sobre diferentes aspectos de la crítica de arte, debate que tanta falta hace entre los colegas, entre los colegas y los especialistas de otras disciplinas, y entre los colegas y el espectador. De ahí la importancia de escuchar en este punto las opiniones, las preguntas y los planteamientos en torno de las ideas expuestas en esta mesa por parte del numeroso público que hoy nos acompaña.

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