5. Comentarios a la mesa. Elia Espinosa

Surgida para defender a la pintura de Delacroix en los escritos de Charles Baudelaire, la crítica de arte ha tenido que abrirse a una conceptualización en marcha y cambio para enfrentar a las artes sin objeto palpable y sin objetivo que fantasee ser un fin en sí mismo. Así, la crítica de arte acción o performance se elabora en liga con lo acontecitivo, la sorpresa, lo no representativo, el deslumbramiento del instante que, fugaz, determina, sin embargo, la totalidad de las manifestaciones del arte de acción y nada tiene que ver con la crítica de las artes visuales como la pintura, la escultura o la gráfica. Las ponencias de Iris México, Fernando Fuentes y Omar González abordaron la liga performance-crítica de arte desde diversos puntos de vista, si bien todos coincidieron implícita o explícitamente, en que la crítica de performance no puede eludir la creación de un discurso que evalúe, si se quiere, su nivel artístico, su plasticidad, su artisticidad (como logro intelectivo-instintivo de actos resignificativos de la comunicación en el espacio) pero que nunca falte al balance del lugar político social en que se ubica en la vida social.
En “Performance y sistema cultural mexicano”, Iris México presentó un panorama del estado de la investigación en los diferentes cuadros de producción, circulación y consumo del performance y de otras artes, aludiendo a la falta de proyectos de enseñanza artística superior, institucionalización y administración del arte y consumo del mismo. Afirma que México, salvo excepciones, carece de una planta de críticos de arte preparados y actualizados, salvo los ya consagrados desde décadas atrás. Enzalza a instituciones norteamericanas que dan a la crítica un lugar primordial en la preparación de artistas y teóricos y lamenta que el performance sea un arte de élite que está muy lejos de cumplir con la excelencia que dicho arte y su fortuna crítica alcanzan en otras latitudes.
En “Prácticas políticas y performance”, Fernando Fuentes trabajó el tema de las nuevas formas de la liga “arte y política” que, a diferencia de los intentos de “denuncia”, “acusación”, apropiación del tema político para trasladarlo a la caricatura, la pancarta u otros medios que se manejaron en los años sesenta y setenta en México, van mucho más allá de la liga arte político. Son lo que el llama “´…prácticas estéticas de la vida cotidiana como los juegos o la interacción entre sujetos; demostraciones políticas y movimientos sociales…desde el performance cultural se nos invita a pensar en la forma en que nos comportamos culturalmente para seguir o para resistir a las formas hegemónicas de control social”. A tal grado de intensidad depuradora y resignificativa llegan esas prácticas --como La lleca--, que “podemos reconocer la manera en que el lenguaje de resistencia acompaña y coexiste de forma difícil junto al lenguaje…’ de la normativización, de la disciplina…”. Fue crucial para su propuesta la proyección del trabajo de varios grupos latinoamericanos.
Omar González trabajó el tema central de la mesa “desde dentro”, es decir, partiendo del vínculo que cree imposible, entre la crítica de arte y el performance, por el elitismo e ideologización de ese oficio que, incluso, “llega a inventar” lo que el artista nunca pensó o propuso. No, la crítica de arte está lejos del performance, aunque ha servido para más o menos conducirlo entre las espinas del mercado del arte. Para que el crítico de arte pueda valorar y proyectar, a través de sus textos, el potencial del arte de acción, tendrá que ser muy creativo y tener en cuenta el grado de “arte de alto riesgo mental” que es aquél; abrir al máximo los sentidos, situarse en la fina cuerda de lo posible para generar un conocimiento que apoye a un público que deberá enriquecer su criterio.

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